El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha utilizado en varias ocasiones las sanciones económicas, la «máxima presión» y la imposición de aranceles como una forma de generar escenarios de negociación, en los que su posición privilegiada, apalancada por la superioridad militar y financiera, le permita transar en mejores condiciones con distintos actores o gobiernos, intentando reducir la capacidad de maniobra económica y política de las contrapartes para que tengan que asumir tratos desfavorables.
‘Trump 2.0’ parte mucho más agresivo que en su primera versión y rápidamente convierte sus amenazas en concreción de políticas duras que a veces «estira» y otras «encoge», pero a una velocidad de movimientos fuera de lo común que está dejando al mundo en situación de crispación generalizada por los niveles de imprevisibilidad que genera, en lo que parece estar jugando más bien un ajedrez
Con los aranceles aplicados a México y Canadá el martes de esta semana, no ha concedido más que el mes de plazo a sus respectivos gobiernos para ejecutar políticas prácticamente milagrosas, como acabar con el narcotráfico. Luego, este jueves ha pausado nuevamente los aranceles a ambos países. En este caso primero «muerde» y después «suelta» para negociar.
La relación con México ya había sido bastante accidentada. Luego de la campaña electoral de 2016, en la que prometía un muro en la frontera sur que, según sus amenazas, iban a pagar los propios mexicanos, prosiguió relaciones ponderadas con el gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo luego de la implementación de políticas migratorias como el programa ‘quédate en México’ que fue efectivo en contener las oleadas de migrantes provenientes del sur del país. En este 2025, acusa al país de la introducción de fentanilo a EE.UU., y ha dicho que podría intervenir militarmente en territorio mexicano para atacar a las bandas de narcotraficantes. Ya en dos oportunidades ha dictaminado aranceles a México, aunque luego los ha pausado.